El derecho está
inspirado en principios de justicia y
permite desarrollar las leyes que regulan el funcionamiento de una sociedad. Civil, por su parte, se refiere a lo relativo a los ciudadanos o
a las ciudades
e conoce
como derecho civil a aquél que se encarga de regir los vínculos
privados que las personas establecen entre
ellas. Está formado por las reglas jurídicas que articulan las relaciones patrimoniales o personales entre individuos (personas físicas o personas jurídicas). La finalidad
del derecho civil es preservar los intereses del sujeto a
nivel patrimonial y moral.
Esta rama
del derecho acepta a cada ser humano como sujeto de derecho, independientemente de
sus actividades particulares. Por lo general, está compuesto por las normas que
forman parte del código civil.
En el
derecho anglosajón, se reconoce como derecho civil al derecho continental (o civil law) y al derecho positivo (en oposición al derecho natural).
El derecho
civil, por lo tanto, comprende el derecho de las personas (regulando su
capacidad jurídica), el derecho de familia, el derecho de bienes, el derecho de
las obligaciones y los contratos, el derecho de sucesiones y las normas de
responsabilidad civil, por ejemplo.
Para
entender la rama del derecho civil, es necesario conocer la noción de derecho natural, que es la agrupación de los principios, inspirados en la naturaleza, de aquello que se
considera como justo o injusto. Estos derechos (inalienables y universales) se
concretan mediante el derecho
positivo o efectivo.
El derecho
positivo, a su vez, puede dividirse en derecho
privado y derecho público. En su
sentido más amplio, el derecho civil se emplea como sinónimo de derecho privado, ya que comprende las reglas vinculadas al Estado y a la
capacidad de los individuos.
El matrimonio entre personas del mismo sexo
La importancia del matrimonio homosexual, también denominado gay o igualitario, es que valida legalmente la unión entre dos personas del mismo género, contemplando tanto la relación como la convivencia, y ofreciendo los mismos derechos de los cuales gozan las parejas heterosexuales. Asimismo, se imponen las mismas obligaciones y requisitos.
Si bien hay
evidencias de matrimonios de este tipo que datan de siglos atrás, el
aparentemente necesario retroceso cultural que caracteriza a la especie humana
ha conseguido que esto se convirtiera en un problema, y sus primeras soluciones
aparecieron en los últimos años. El primer sitio en el mundo en que esta
institución fue reconocida fue los Países Bajos, en el año 2001, al cual
siguieron once países y regiones de otros tres. Pero esto no es simplemente una
cuestión de tiempo; en muchas sociedades, es impensable siquiera el hecho de
ser abiertamente homosexual, ya que en más de un caso puede ser condenado con la muerte.
Las
instituciones civiles llamadas parejas de hecho o uniones civiles son otras
opciones de legalización de la convivencia entre dos personas del mismo sexo,
que en algunos países coexisten con la posibilidad del matrimonio, y en otros,
o en ciertas comunidades, es la única que se ofrece actualmente a dichos
enlaces. Si bien se trata una realidad más justa que la negación absoluta,
muchos las consideran etiquetas para ciudadano de segunda clase. Y es que,
en primer lugar, resulta absurdo intentar arreglar algo que no está roto y,
peor aún, perder tiempo y energías en fabricar una solución poco satisfactoria,
cuando conocemos la más adecuada.
El punto
fundamental no reside en darle importancia al matrimonio, ya que el amor no
requiere de papeles ni leyes, sino en reconocer que todos los seres humanos somos
iguales y que la única razón para despreciar a alguien debería ser un
comportamiento que atentara contra la libertad de otro ser
vivo. De esta forma, no debería importar la religión, ni la sexualidad ni la
raza de nadie, sino sus actos, su relación con la naturaleza.
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